El relato de Cristina Domínguez «Porque yo lo valgo» expone muy vívidamente la tragedia de la soberbia. Lo peor de la arrogancia es la invidencia. El arrogante es incapaz de ver el desprecio y la aversión que los que le rodean sienten hacia él/ella. Al contrario, interpreta los signos de sumisión forzada y hastío de los demás como la señal inequívoca de la admiración y el respeto que los otros tienen hacia su persona.

Cuando un soberbio tiene además poder y autoridad formal se produce un cóctel explosivo que sufren muy a menudo las organizaciones. La consecución de resultados pasa siempre por la exaltación de su persona, sus ideas, su coraje, la imposición de su opinión y su voluntad y su convicción de que posee siempre la verdad. Un ...

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