Presentación

A medida que me hice mayor, descubrí problemas. No valía para las matemáticas. El latín no me gustaba lo suficiente y tenía mal oído para el inglés. Vivía en Nuevos Ministerios y trabajar en la administración me parecía un delito. Sólo había algo que realmente me gustaba: la escritura. Y los veranos pasaba horas escribiendo a solas tratando de parecerme a Luis Arnáiz, a Sarmiento Birba, a toda esa maravillosa gente del diario As. Cuando terminé el instituto, encontré la solución en la universidad de periodismo, entre esos gruesos muros de hormigón.

Allí me enamoré de El País de los lunes, de su sección de deportes. Su lectura era un rato prodigioso. Sus cronistas escribían con tanta libertad como el profesor Keating pedía sus alumnos ...

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